Una cosa es el yoga; otra, el yoguismo. Igual que nada tiene que ver el juego de ajedrez con el de la damas, lo mismo sucede entre el yoga y el yoguismo.
El yoga es una senda hacia la libración de la mente; el yoguismo es una gimnasia exótica sin sentido espiritual.
El yoga es un método de mejoramiento humano y autodesarrollo; el yoguismo es postureo, exhibicionismo y vacío contorsionismo.
El yoga es el eje espiritual de la India y de muchos sistemas de autorrealización de Oriente; el yoguismo es un culto a la flexibilidad y la afirmación del ego.
El yoga es desapego, ecuanimidad, lucidez y sosiego; el yoguismo es apego al cuerpo, aferramiento a la imagen, ofuscación y tensión.
El yoga es un camino hacia adentro y humildad; el yoguismo es la obsesión por las apariencias y el envanecimiento.
El yogui jamás alardea; el yoguista no deja de hacerlo.
El yogui trata de desapegarse de la corporeidad y solo la utiliza como herramienta de evolución consciente; el yoguista se envanece de su elasticidad y utiliza la corporeidad para alardear.
El yoga forma parte de la misma esencia espiritual y milenaria de la India; el yoguismo es una invención de los mentores hindúes que llegaron hace unas décadas a Occidente con la intención de mercantilizar y rentabilizar el yoga físico y lo falsearon y distorsionaron.
El yoga es una joya de valor incalculable; el yoguismo es pura bisutería.