Skip to main content

    En el verdadero hatha-yoga (que nada tiene que ver con los «yogas» deportivos, gimnásticos, acrobáticos o de exhibición) el asana o postura juega un papel muy importante no solo para favorecer el cuerpo, sino para regular las energías y estabilizar e interiorizar la mente. El esquema corporal se convierte en objeto de concentración e introspección y cuando se ejecuta conscientemente nos ayuda a trabajar en tres planos: el somático, el energético y el psicomental. El asana es una de las técnicas valiosas del hatha-yoga o yoga psicofísico. Mediante el asana el practicante conoce su cuerpo y estabiliza su mente. El asana es así un medio muy útil, si se atiende a todos sus requisitos, para lograr el llamado pratyahara o retracción sensorial, consistente en sumergirse en no mismo y conectar con la realidad interior, más allá de los pensamientos.

     Me es muy grato compartir con vosotros el inspirado trabajo al respecto de mi buen amigo y alumno José Pazó (escritor, profesor de la Autónoma, traductor, japonólogo, conferenciante y practicante de meditación zen y yoga). Se trata de una excelente exposición sobre la verdadera esencia del asana.

De las asanas y el viaje al interior, José Pazó 2016

     Uno de los aspectos más interesantes del hatha yoga o yoga de asanas (posturas) y pranayama (respiración), es la interiorización de las posturas y de la respiración. Nos centraremos hoy en las asanas. Una asana es una postura del cuerpo que se caracteriza siempre por buscar estados estables de ese cuerpo. Pueden ser posturas propiamente de equilibrio, o de compresión o extensión. Pueden ser posturas complicadas, casi circenses en ocasiones. En cualquier caso, la postura alcanzada debe ser una postura estable, equilibrada, aunque diferente para cada persona ya que los límites individuales son siempre diferentes. Pero en todos los casos una asana bien hecha se caracteriza por la estabilidad, por el equilibrio. De ahí que haya que mantener las asanas cierto tiempo, muchos segundos o algunos minutos, para que reporten su efecto completo.
     Al comenzar a practicar yoga, se podría juzgar que las asanas y su práctica son algo físico, casi deportivo, pero nada más lejos de la realidad del yoga. Es cierto que el yoga se puede convertir en una serie de ejercicios o proezas físicas, en entrenamientos rigurosos, en series que llevan a la extenuación, pero ahí no está el yoga verdadero. Porque la finalidad de la asana es que ese equilibrio que se alcanza con el cuerpo pase a la mente.
Son, en ese sentido, una forma muy curiosa de trabajar, herramientas casi misteriosas. El yoga parte de la inseparabilidad última de cuerpo y mente, de la ausencia de dualidad, y una de sus formas de trabajo es sobre el cuerpo, para que este trabajo se vuelque sobre la mente y tenga efecto en ella. Y es ahí donde la interiorización de la asana que tanto recomienda Ramiro Calle en sus clases se convierte en algo imprescindible. Porque esa interiorización es la que facilita el trasvase del equilibrio del cuerpo a la mente.
     La idea es curiosa y algo extraña para cualquiera cuando se acerca al yoga: a través de una postura del cuerpo, puedo modificar mi mente. ¿Y cómo se produce esa modificación? ¿Por qué camino? ¿De qué forma?
En el yoga más antiguo y luego en el budismo esotérico, existen los mudras. Los mudras son posturas de las manos y los dedos que tienen esa misma cualidad, la de poder cambiar nuestra mente a partir de una postura del cuerpo o de una parte suya. Si observamos algunas figuras deidades hindúes o budistas, observaremos muchas veces que los dedos tienen posturas particulares, juntando el pulgar o separando yemas de dedos. En el propio yoga quedan posturas de este tipo. Pero en el hatha yoga, todo el cuerpo se convierte en manos y en dedos, de forma que las posturas de ese cuerpo tienen una trascendencia en el viaje a los adentros, en la interiorización en uno mismo y en el cosmos.
     Cualquier asana vale. Puede ser la más simple o la más acrobática. La idea es alcanzar los límites razonables del propio cuerpo en esa postura y mantenerla. Hay que llegar de forma suave, porque el viaje a uno mismo debe empezar de forma grata. Y hay que acercarse a los límites también con cautela, pero sin miedo, con una sinceridad corporal real. Y mantenerse ahí, abandonarse a la postura. Es un viaje particular; el cuerpo se llena de comodidades e incomodidades, de tiranteces. Y en esas tiranteces, en esa tensión, hay que buscar la comodidad, la estabilidad, el equilibrio. En silencio y, con la atención en el entrecejo, como Ramiro siempre repite, buscar ese pequeño túnel que da entrada a un lugar nuevo, oscuro, silencioso y últimamente indescriptible, inefable. Es el lugar que está dentro de uno mismo pero al mismo tiempo más allá de uno mismo. Es una puerta a un exterior que habita en nuestro interior. Es un lugar de paz y de calma. Hay que ver cada asana de esa manera, como un hecho que merece una atención y un respeto especiales. Porque cada asana es la puerta a ese reino.

Por Ramiro A.Calle.

Mónica Fuenzalida

Instructora de Yoga y Tarotista, diplomado de Ghatastha y Hatha Yoga. Ayuryoga en Ashtami Herbal Care Nursing Home, Kerala,India.